Estamos asistiendo al nacimiento de conocimientos indispensables para el desarrollo humano y que todavía no se ponen en práctica en las aulas, por parte de la gran mayoría de los docentes. El avance de la neurociencia nos permite conocer más en profundidad cómo funciona el cerebro, que por su plasticidad neuronal sabemos que se adapta con gran velocidad a los cambios.

Coincido con el filósofo José Antonio Marina en que el futuro de la Educación pasa por “mejorar la formación de los profesores para convertirlos en una élite de prestigio social”, en el nuevo entorno del comportamiento humano y las nuevas tecnologías. Los que ejercemos de docentes tenemos que desterrar barreras imaginarias y ser ejemplo del aprendizaje a lo largo de toda la vida, para recuperar la autoridad y erigirnos como líder natural en el aula.

EXPERIENCIA

Como estudiosa del funcionamiento del cerebro y profesora, bajo mis investigaciones al terreno para ponerlas en práctica. La experiencia es fascinante porque he comprobado cómo se puede mejorar la atención y el comportamiento de mis alumnos, así como la implementación del conocimiento. Mis clases son como una especie de laboratorio donde se combinan moléculas de emociones con conceptos.

Consciente de que educar es la actividad más importante para la evolución de la especie, me he propuesto conocer cómo funciona mi cerebro y el de mis alumnos, porque todos somos únicos. Nuestra mente comunica antes con el propio organismo que con sus semejantes y los gestos, que salen directamente del subconsciente de la zona emocional, nos muestran si nuestros pupilos están atentos, motivados, emocionados, enganchados o cautivados por la materia.

INTERACTIVIDAD

La interactividad propia del siglo XXI nos permite hacer que el aprendizaje se convierta en un juego para aprender a manejar conocimientos. El cerebro piensa en imágenes, y la nuestra tiene que competir con los más de 3.500 impactos visuales que recibimos a lo largo del día. Cuido desde mi aspecto a todas las demás herramientas de comunicación no verbal como la gestión de la mirada, de la voz, del tiempo, del cuerpo, de mis movimientos, del espacio.

La pirámide del aprendizaje es mucho más eficaz si les proporcionamos herramientas que desarrollen sus habilidades personales y sociales, al tiempo que conectamos con sus emociones y desde aquí potenciamos la zona racional del cerebro. De esta forma, el conocimiento se adquiere haciendo interactuar a las diferentes zonas del cerebro que intervienen en el aprendizaje. La esencia del éxito es compartir, interactuar.

Sara Dobarro

Neurocoach, especialista en Neurociencias